Traducción de 'Nuns' Response to Takeover: Hierarchy Must Tackle Elephants in the Room' escrito por Angela Bonavoglia y publicado en The Huffington Post el 6 de junio de 2012.

Le llevó cerca de 12 horas al arzobispo Peter Sartain -asignado por el Vaticano como supervisor de la asociación de monjas estadounidenses más grande del país- emitir su réplica insignificante a la vigorosa declaración hecha pública el 1 de junio por la Conferencia de Lideres de Mujeres Religiosas, su primera respuesta al plan de toma de control del Vaticano. Eso podría deberse a que tanto él como la Congregación para la Doctrina de la Fe, quedaron más o menos sorprendidos por la respuesta de la CLMR.
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Alentadas por el apoyo de los católicos en todo el país que hicieron vigilias, firmaron peticiones y expresaron su indignación por la actuación de la CDF, la CLMR declaró que la evaluación doctrinal de la CDF se basó en "acusaciones sin fundamento" y fue "el resultado de un proceso viciado que carecía de transparencia" y - tomando prestadas unas palabras que el Vaticano y los obispos lanzan con regularidad a toda clase de católicos "descarriados"- estaba "causando escándalo" así como "dolor en toda la comunidad eclesiastica". La evaluación había arremetido contra las monjas por, entre otras cosas, su "feminismo radical", su atención a la pobreza en lugar de las cuestiones de la pelvis, su falta de fidelidad a la enseñanzas de la Iglesia sobre estos controvertidos asuntos y su falta de "adhesión de mente y de corazón al magisterio de los obispos".

Mientras que transmitieron claramente el mensaje de que no tenían planes de retroceder, un mensaje aclamado en los titulares de costa a costa, lo más importante acerca de la posición del consejo de la CLMR se expresó en voz baja, en su declaración, y luego se hizo más explícito en una entrevista exclusiva que Pat Farrell, presidenta de la CLMR, dio al National Catholic Reporter el viernes.

La junta de la CLMR interpretó el enorme apoyo que recibieron de los católicos como evidencia de que "los asuntos de la fe y la justicia que atrapan los corazones de las hermanas católicas están claramente compartidos por muchas personas alrededor del mundo." Reconociendo que "la Iglesia y la sociedad se enfrentan a tiempos tumultuosos", declararon que "es imperativo que estos asuntos sean abordados por toda la comunidad cristiana en un ambiente de apertura, honestidad e integridad".

Continuando en esa línea en la entrevista del NCR, Farrell pidió por la palabra temida, denigrada en la evaluación: "diálogo". Observando que la evaluación exigía la renovación de la CLMR, dijo que la esperanza estaba más bien en la renovación de toda la Iglesia estadounidense. Al preguntarle cómo los católicos pueden ayudar a las hermanas, dijo que debían volver a sus parroquias y comenzar un "diálogo abierto y honesto" con sacerdotes y obispos, ya mismo.

Casi se podía sentir a los jerarcas apretar los dientes mientras reflexionaban sobre el mensaje de las hermanas, que tiene el sello del Concilio Vaticano II escrito por todas partes. Es difícil imaginar hoy que, inspirado por el espíritu de apertura del Concilio, los obispos de Estados Unidos en 1976 dieron sede a la primera asamblea nacional de católicos de Estados Unidos, esto después de dos años de audiencias y discusiones parroquiales en todo el país que involucraron a unos 800.000 católicos en más de 100 diócesis. Más de 2.500 católicos laicos, monjas, sacerdotes y obispos asistieron a aquella conferencia de "llamada a la acción" en Detroit, donde se abordaron todo tipo de temas, desde la ordenación de mujeres al celibato sacerdotal, la libertad de conciencia en el control de la natalidad, la elección de los pastores locales y obispos, el desarme nuclear y los derechos de los trabajadores. Juntos llegaron hacia lo que el presidente de la Asamblea, el cardenal John Dearden llamó "una nueva forma de hacer iglesia".

Esa nueva forma quedó hace mucho tiempo en el camino. En su escueto y superficial comunicado, el arzobispo Sartain dejó claro que la jerarquía no tiene intención de seguir los pasos del Concilio Vaticano II. "La CDF y yo estamos completamente comprometidos a hacer frente a las importantes cuestiones planteadas por la evaluación doctrinal y la junta de la CLMR", dijo en su declaración, "en un ambiente de franqueza, honestidad, integridad y", añadió - en lo que bien podría leerse como una pulla a la CLMR- "fidelidad a la fe de la Iglesia". No dijo una palabra sobre "diálogo". Admitió no haber necesidad de renovación de toda la Iglesia católica.

Y ahí puede estar la baza a jugar por las hermanas en la negociación. Si bien admitió en la entrevista del NCR que la opción para la CLMR de convertirse en una organización no canónica siempre está ahí, Farrell añadió una advertencia crucial. Dijo que era "muy importante" para las hermanas "estar en la mesa" y "en las conversaciones" que ellas creen que tienen que llevarse a cabo dentro de la Iglesia.

Así que después de que la CLMR tome la temperatura a todos sus miembros en las reuniones regionales y su asamblea de agosto, su mensaje a la jerarquía puede ser tal que así: "Nos quedaremos. Pueden trabajar con nosotros. Pero sólo si se comprometen a dejar de echar gente fuera por lo que piensen y sientan, para manejar con nosotras y toda la comunidad católica estadounidense a todos los elefantes que aún están en la habitación, y encontrar una manera compasiva, cristiana de seguir hacia adelante."

Esa demanda, viniendo de una comunidad de monjas norteamericanas fortalecida y respaldada por apasionados seguidores católicos en todo el país, puede ser la única cosa que la jerarquía no se espere.


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