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Traducción de 'Why the Pope Hates Nuns', escrito por Adele M. Stan y publicado en AlterNet el 1 de junio de 2012.

En 1979, a la hermana Theresa Kane se le encomendó una tarea muy especial. Como presidenta de la Conferencia de Lideres de Mujeres Religiosas (CLMR), que aglutina a la mayoría de órdenes de monjas católicas de Estados Unidos, Kane fue invitada a pronunciar un discurso de bienvenida para el recién elegido Papa Juan Pablo II durante su primera visita a los Estados Unidos. En la reunión, dentro del gran templo de la ciudad de Washington conocido como el Santuario de la Inmaculada Concepción, Kane ofreció al Papa una cálida bienvenida, y luego se lanzó a lo siguiente:

"Al compartir este momento privilegiado con usted, Su Santidad, os exhorto a tener en cuenta el intenso sufrimiento y el dolor que es parte de la vida de muchas mujeres en Estados Unidos. Yo le invoco a escuchar con compasión la llamada de las mujeres. Como mujeres, hemos escuchado los mensajes de gran alcance de nuestra Iglesia reclamando la dignidad y el respeto a todas las personas. Como mujeres, hemos reflexionado sobre estas palabras. Nuestra meditación nos lleva a afirmar que la Iglesia, en su lucha por ser fiel a esa llamada al respeto y la dignidad, debe responder ofreciendo la posibilidad a las mujeres de ser incluidas en todos los ministerios de la Iglesia."

"Todos los ministerios", incluyendo, por supuesto, el sacerdocio. Su significado no pasó desapercibido para el Papa ni, al parecer, sus secuaces con sotana.

El jefe de la cuadrilla de ejecutores del nuevo papa era Joseph Ratzinger, obispo de Baviera, a quien, tres años más tarde, Juan Pablo II nombraría prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entidad una vez conocida como la Santa Inquisición.

Como prefecto Ratzinger pronto puso a la Congregación a la altura de su históricamente inquisitiva reputación, llevando a cabo una yihad contra los obispos, clérigos y monjas liberales en los EE.UU. y en todo el mundo. Hoy en día, el ex-prefecto se ha convertido en el Papa Benedicto XVI, siendo aún un ejecutor, uno con muy buena memoria.

El 28 de abril de 2012, casi 33 años después de la exposición sin precedentes de Theresa Kane al anterior Papa, el Vaticano emitió un veredicto en contra de la Conferencia de Lideres, el grupo de monjas dirigido por Kane en 1979: sus miembros estaban desafiando la doctrina católica, dijeron los investigadores del Vaticano, mediante la promoción de "temas radicalmente feministas", así como contradiciendo las enseñanzas de la Iglesia sobre la homosexualidad y el sacerdocio estrictamente masculino. Además, como Laurie Goodstein del New York Times informó: "Las hermanas fueron amonestadas también por hacer declaraciones públicas en desacuerdo con los obispos, que son los auténticos maestros de la fe y la moral dentro de la Iglesia".

Como castigo, el cardenal William Joseph Levada, que ahora ocupa el antiguo puesto de Ratzinger en la Congregación, designó al arzobispo J. Peter Sartain de Seattle como supervisor de la CLMR, dándole la última palabra en toda expresión pública hecha en su nombre. Los vínculos entre la CLMR y dos grupos católicos liberales también serán investigados.

En declaraciones a CBS This Morning la semana pasada, la hermana Maureen Fiedler, presentadora del programa de la radio pública Voces Ecuménicas, dijo: "Si este fuera el mundo empresarial, creo que diría que es una opa hostil."

El viernes, en un desafío sin precedentes, el consejo de la CLMR, después de una semana de reuniones en Maryland sobre la manera de responder a la ofensiva del Vaticano, emitió una declaración de intenciones de sus miembros para oponerse a la toma de control de la jerarquía de su organización. Se dice, en parte:

"Los miembros del consejo concluyeron que la evaluación se basó en acusaciones sin fundamento y el resultado de un proceso defectuoso carente de transparencia. Por otra parte, las sanciones impuestas fueron desproporcionadas con respecto a las preocupaciones planteadas y podrían comprometer su capacidad para cumplir su misión. El informe, además, ha causado escándalo y dolor en toda el comunidad eclesiástica y ha creado una mayor división."

Las hermanas dijeron que  Pat Farrell  y Janet Mock, presidenta y directora ejecutiva respectivamente, viajarán a Roma para hacer frente a esos problemas con el prefecto y el obispo nombrado para supervisar a las hermanas, y luego consultará con los miembros de la organización en agosto. Una de las opciones que la organización podría elegir es desvincularse por completo de Roma y declararse como una organización sin fines de lucro. La Conferencia de Lideres de Mujeres Religiosas, de acuerdo a su sitio web, "cuenta con aproximadamente 1.500 miembros que son elegidos por sus respectivas ordenes religiosas y representan aproximadamente el 80% de las 57.000 monjas católicas en los Estados Unidos."

La teóloga Mary E. Hunt, co-directora del Centro Católico de Recursos Feministas, me dijo en una entrevista telefónica desde su oficina en Silver Spring, Maryland, que el Vaticano puso la mira en la CLMR porque, como organización que forma parte de la estructura de la Iglesia, sus miembros son "canónicamente vulnerables", lo que significa que están sujetos a la ley de la jerarquía, conocida como el derecho canónico, según la interpretación de sus ejecutores designados. En caso de que el grupo se disuelva y pase a ser una organización sin fines de lucro, sólo tiene que operar dentro de los límites de  la ley de los EE.UU., en virtud de la cual se garantiza la libertad religiosa de sus miembros bajo la Primera Enmienda.

Un culto de poder

Cuando se examina en combinación con la rabieta adoptada recientemente por la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. sobre el mandato de control de natalidad en la ley de reforma de salud firmada por el presidente Barack Obama en 2010, la cruzada del Papa Benedicto XVI en contra de las monjas  hace parecer a la curia romana y a los obispos, por encima de todo, un culto de misóginos. Pero eso sería una lectura demasiado simple. En su corazón, la jerarquía de la Iglesia es una secta de poder,  la misoginia no es sino una herramienta más para garantizar que el poder permanece en sus manos.

No hay más que mirar el actual escándalo que envuelve al Vaticano sobre los negocios de su banco, y la batalla fratricida librada por los partidarios y enemigos del secretario de estado vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. La semana pasada, el mismo mayordomo del Papa fue arrestado por supuestamente haber filtrado correspondencia confidencial y documentos del Papa  al periodista Gianluigi Nuzzi, autor de un libro recién publicado sobre Benedicto XVI.

Luego están los recientemente revelados pagos hechos por el cardenal Timothy Dolan, mientras era arzobispo de Milwaukee, a los sacerdotes acusados ​​de abusos sexuales a menores que estuvieran de acuerdo  en no impugnar  su expulsión del sacerdocio.

La campaña para desacreditar a Bertone se cree que está orquestada por los partidarios de su predecesor, que quieren a Bertone fuera del camino antes de que Benedicto XVI muera, con el fin de evitar que presida el cónclave que elegirá al próximo Papa. En el caso de Dolan, utilizó los pagos como un medio de preservar su propio poder mientras se desempeñaba como arzobispo de Milwaukee, haciendo a un lado a los sacerdotes problemáticos. (Parece haber funcionado; Dolan es ahora el cardenal arzobispo de Nueva York.) El plan de sobornos de Dolan, por supuesto, es sólo un pequeño detalle de la  enorme y vergonzosa catástrofe  que la jerarquía ha traído sobre sí misma al encubrir los delitos contra menores cometidos por más de unos pocos sacerdotes a lo largo de décadas. Todo en un esfuerzo por preservar su propio poder mediante el mantenimiento de una falsa apariencia de corrección que puso a un sinnúmero de niños en situación de riesgo.

Escribiendo en Religion Dispatches, Mary Hunt sostiene que el ataque del Vaticano a las monjas no va dirigido solamente a las monjas. Se trata de los laicos, de evitar que la gente de la Iglesia les reclame el poder que les concedió durante las reformas del Concilio Vaticano II, y mantener el poder de los clérigos. "El esfuerzo para controlar a la CLMR se entiende tanto para poner firmes al resto de nosotros como para acorralar a las monjas", escribe Hunt.

Esta no es la primera vez que el Vaticano ha tratado de silenciar a las monjas de Estados Unidos. En un famoso caso, 24 hermanas fueron amenazadas con ser expulsadas ​​de sus órdenes por haber firmado una declaración que afirmaba que "la diversidad de opiniones" sobre el tema del aborto existe dentro de la Iglesia, incluyendo la creencia de que el aborto a veces puede ser una opción moral. El anuncio fue patrocinado por Catholics for Choice (Católicos pro-elección), entonces bajo la dirección de Frances Kissling. El cardenal Ratzinger presidió el interrogatorio.

Pero esta vez es diferente, afirma Hunt, por el papel desempeñado por las monjas en la aprobación de la Ley de Asistencia Asequible, la ley de reforma de salud iniciada por el gobierno de Obama y firmada por el presidente. Cuando los obispos, a través de la Conferencia de Obispos Católicos, trataron de bloquear la legislación, en gran parte debido a las medidas que se ocupan de la cobertura de temas de salud reproductiva de las mujeres, el gobierno acudió a la hermana Carol Keehan, presidente y directora ejecutiva de la Asociación Católica de Salud, que representa a unos 600 hospitales y 1.400 centros de salud católicos. Cuando Keehan respaldó el proyecto de ley, prestó una impronta católica a una de las piezas distintivas más controvertidas de la  actual administración. Cuando Obama firmó la ley, envió una de las plumas usadas en la ceremonia de firma a Keehan. El desafío de Keehan se agravó cuando una coalición de monjas de Estados Unidos escribió una carta de apoyo a la ley que fue firmada por las líderes de 55 órdenes religiosas y grupos de apoyo, incluyendo la CLMR.

A principios de este año, la hermana Keehan salió a la palestra otra vez, cuando el gobierno anunció que las instituciones católicas no estarían exentas de cumplir el mandato de cubrir totalmente los costes de  anticonceptivos de sus empleados en sus planes de seguros médicos, y hacerlo sin exigir un co-pago. Después de la protesta previsible de los obispos, el gobierno ofreció un "arreglo" requiriendo que las empresas de seguros de salud se hicieran cargo de la cobertura de los anticonceptivos, y Keehan dio su aprobación.

Las monjas desafian a los obispos en temas de salud y los obispos se quejan de la libertad religiosa

En la elección de las monjas para proporcionar un sello de aprobación católico, tanto para la ley de asistencia sanitaria como para el "arreglo" en la anticoncepción, el gobierno de Obama actuó asumiendo que el núcleo duro de los obispos y su posición contra la anticoncepción y el aborto en cualquier circunstancia no tienen el apoyo de la mayoría de los católicos de Estados Unidos, cuyas opiniones están más en línea con los representados por las monjas. Los estrategas legislativos sabían que el aval moral de las monjas sería una gran ayuda para sacar la ley adelante. Sin embargo, en la ejecución de su estrategia, la administración se atrevió a hacer lo que nadie antes había hecho: exponer la impotencia de la jerarquía ante la voluntad de lo que los documentos reformistas del Concilio Vaticano II llamaron "el pueblo de Dios". A los obispos, y presumiblemente el Papa, no les hizo ninguna gracia.

Si bien es cierto que la investigación del Vaticano de la Conferencia de Lideres comenzó hace casi cuatro años, el momento del anuncio del Vaticano de su "toma hostil" coincide con el lanzamiento de un aluvión de demandas en contra de la administración por parte de obispos y entidades católicas desafiando la aprobada ley de asistencia sanitaria. El momento del ataque del Vaticano sobre las monjas también coincide con una ofensiva de relaciones públicas de los obispos que acusan a la nueva ley como una violación de la libertad religiosa. Una ofensiva que incluye la llamada a la celebración de una "quincena de la libertad", que abarca del 21 de junio, comienzo de las fiestas de San Juan Fisher y Santo Tomás Moro, hasta el 4 de julio.

Sarah Posner, escribiendo en Religion Dispatches, comenta:

"Fusionando el martirio de santos católicos con el día de la Independencia, los obispos escriben: "Nuestro calendario litúrgico celebra una serie de grandes mártires que permanecieron fieles frente a la persecución por el poder político... culminando en el día de la Independencia, este período especial de oración, estudio, catequesis y acción pública que hace hincapié en nuestras herencias cristiana y americana de libertad."

Todo esto, por supuesto, viene a la cabeza cuando la campaña electoral se está calentando a lo largo de los meses de verano. Los obispos instan a conmemorar la "resistencia a las incursiones totalitarias contra la libertad religiosa" y piden a "una inmensa cantidad de escritores, productores, artistas, editores, cineastas y autores de blogs que empleen todos los medios de comunicación -tanto antiguos como nuevos- para exponer y enseñar la fe. Ellos también tienen un papel fundamental en esta gran lucha por la libertad religiosa. Hacemos una llamada a que utilicen sus habilidades y talentos en defensa de nuestra libertad principal."

La ironía aquí está en que una buena parte del problema que el Vaticano y los obispos están teniendo con sus monjas y feligreses estadounidenses es, de hecho, su americanidad. Para la jerarquía de la Iglesia Católica en Roma, su rebaño norteamericano, al verse asimilado en una cultura mayor, se convirtió cada vez en más problemático. Los católicos estadounidenses, a menudo entusiastas en su patriotismo, estan en realidad sujetos a dos religiones diferentes y contradictorias: la religión cívica estadounidense de la libertad, el individualismo y la democracia participativa, y la tradición romana de la sumisión colectiva a la autoridad eclesiástica. Con el paso el tiempo, la religión de la libertad en muchos aspectos llegó a superar la tradición de la fe de sus antepasados ​​en cuanto a la formación de un conjunto primario de valores. El catolicismo romano, para muchos, es más una identidad subcultural que una práctica diaria de las reglas y rituales establecidos por magisterio.

Los católicos norteamericanos han burlado de largo la prohibición papal en el uso del control de natalidad y no se inclinan, en conjunto, a conmoverse por la queja de los obispos respecto a libertades cohartadas -especialmente cuando la libertad que los obispos reclaman para sí supone el derecho para privar a una clase de personas, que representa la mitad de la población mundial, de un aspecto fundamental en la atención médica particular a esa clase- una clase que los obispos consideran no merededora de entrar en sus filas por la forma que sus cuerpos tomaron al nacer. Aunque el sexismo aún se mantiene vivo en los Estados Unidos, el americano medio, incluso el americano medio machista, por lo general no lo clasifica como una de las preciadas libertades religiosas por las que los estadounidenses deban entregar sus vidas.

En los años previos al escándalo de los abusos sexuales que ha sacudido a la Iglesia por más de una década, muchos católicos de Estados Unidos consideraban a los obispos y los papas como simplemente fuera de contacto con el mundo moderno en materia de sexualidad, sobre todo en lo relativo a la reproducción. Pero desde el escándalo, los obispos se encuentran ampliamente desacreditados pues se supo que muchos eran conscientes de la conducta sexual depredadora de algunos sacerdotes hacia menores de edad, y actuaron para encubrir los crímenes de esos clérigos. Uno de esos obispos fue William Levada, quien desempeñó el cargo de arzobispo de San Francisco y Portland, Oregon, y es ahora es el prefecto del Vaticano a cargo del acoso a las monjas.

Las monjas, por el contrario, sólo han crecido en estatura moral desde el Concilio Vaticano II a los ojos de muchos católicos, ya que aplican con seriedad el mandato de salir al mundo y hacer buenas obras. Hoy en día, los defensores católicos más visibles en materia de justicia social y económica son a menudo las monjas, que trabajan con los pobres y atienden a los enfermos. Tienen, en general, un nivel educativo superior al de los obispos que las gobiernan, y por tanto son a menudo más elocuentes al expresar su trabajo en el contexto de sus valores religiosos. Priorizan la llamada del Evangelio a trabajar por la justicia y la curación, frente a la demanda de obediencia a una estructura de poder cuyos príncipes predican la adhesión a un conjunto de reglas que son a la vez crueles y absurdas.

¿Es de extrañar entonces que, cuando el Vaticano condenó a la CLMR por, como Laurie Goodstein del New York Times informó, "enfocar su trabajo demasiado en la pobreza y la injusticia económica, mientras se mantiene "silenciosa" sobre el aborto y el matrimonio gay", católicos en todo el país expresaran su indignación en las manifestaciones que tuvieron lugar en 50 ciudades?

Vaticano S.A.

Cuando la hermana Maureen Fiedler describió la acción del Vaticano en el lenguaje de las grandes empresas, no lo hizo por casualidad. Según Mary Hunt, la estructura de poder del Vaticano es muy similar a la de una corporación, mientras que la estructura de la coalición estadounidense de órdenes religiosas femeninas se asemeja más al de una sociedad cooperativa. Hablando del Vaticano, dijo a AlterNet: "Este es un negocio, donde la gente hace lo que hace la gente en los negocios."

Sin embargo, con el actual escándalo sobre la correspondencia filtrada del Papa, los problemas con la transparencia del Banco del Vaticano, y el desastre mundial de las alegaciones de abusos sexuales contra sacerdotes y los obispos que les encubrieron, el Vaticano S.A. parece estar recorriendo el camino de Lehman Brothers y Enron. La debacle de los abusos sexuales ha llevado a la quiebra de dos archidiócesis en los EE.UU., bajo el peso de los acuerdos económicos hechos con las víctimas: Milwaukee, menos de dos años después de que el cardenal Dolan se convirtiera en arzobispo de Nueva York, y Portland, Oregon, bajo la dirección del cardenal Levada. Tal fue la brutalidad de Levada, de hecho, que castigó a un sacerdote que informó a la policía sobre los abusos a niños de otro sacerdote, decisión que se volvió en  su contra cuando el denunciante, el padre Jon Conley, presentó una demanda por difamación en contra de la Arquidiócesis después de allanar el camino para que la familia de un niño víctima de abusos consiguiese un acuerdo de 750.000 dolares con la Arquidiócesis.

Siendo ahora la cabeza de la Iglesia en la ciudad una vez descrita por el Papa Juan Pablo II como "la capital del mundo", el cardenal Dolan es uno de los encargados de sostener la falsa afirmación de los obispos de persecución religiosa por el gobierno de los EE.UU.. Pero a medida que los obispos de Estados Unidos montan su "quincena de la libertad" (quizás mejor llamada "quincena de la rabia"), las acciones del Vaticano parecen venirse abajo.

"El catolicismo romano, en su forma institucional, está haciendo implosión", dijo Hunt a AlterNet.

Algunos podrían ver en esa implosión un acto divino de destrucción creativa. Pues sin la institución, lo que queda de la Iglesia es simplemente el "pueblo de Dios". Y en el Evangelio de Mateo, así es más o menos cómo Jesús la definió.

En su comunicado, el consejo de la CLMR declaró:

[El consejo] considera que los asuntos de la fe y la justicia que atrapan los corazones de las hermanas católicas están claramente compartidos por muchas personas alrededor del mundo. A medida que la Iglesia y la sociedad se enfrentan a tiempos difíciles, consideramos que es imperativo que estos asuntos sean abordados por toda la comunidad eclesiástica en un ambiente de apertura, honestidad e integridad.


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