Escrito por Dionisio Rodríguez Castro y publicado en las Cartas al director de El País el 12 de agosto de 2012.

En la sociedad española actual, los ciudadanos recibimos dos propuestas diferenciadas: la primera, desde posiciones llamadas conservadoras y con base en su ideario, nos proponen que los homosexuales no puedan contraer matrimonio o que las mujeres no puedan abortar; la segunda, desde posiciones llamadas progresistas y con base asimismo en su ideario, nos proponen posturas antagónicas a los anteriores.

Hasta aquí podríamos decir que todo es correcto, defienden aquello en lo que creen o lo que creen los grupos a los que representan. Unos ponen por encima un modelo social y otros la libertad del individuo.

Todos deberían ser iguales, pero ¿de verdad lo son? Yo creo que no, y ésta es la gran diferencia entre esas dos opciones. Mientras unos, los llamados conservadores, obligan a todos los ciudadanos —a todos sin ninguna distinción— a comportarse como su ideario les dicta porque eso está por encima del individuo; los otros, los llamados progresistas, se limitan a proponer que todos los ciudadanos obren de acuerdo con su conciencia y vivan más libremente como individuos, sin obligar a aquellos que estén en desacuerdo a seguir esa conducta. Lo parece, pero no todas las opciones son iguales, al menos en lo que afecta al respeto por el individuo. Es bueno tener esto bien presente siempre.



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