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Traducción de 'Serpent-handling pastor's life and death follow father's path', escrito por Julia Duin y publicado en Kentucky.com el 2 de junio de 2012.

Mack Wolford, un extravagante pastor pentecostal de Virginia Occidental, esperaba que el servicio al aire libre que había planeado para el domingo 27 de mayo en un parque estatal aislado sería "como en los viejos tiempos", lleno de gente hablando en lenguas, manejando serpientes y pasándoselo "a lo grande". Pero no fue como estaba previsto. En su lugar, Wolford, que acababa de cumplir 44 años el día anterior, fue mordido por una serpiente de cascabel que había tenido durante años. Murió la noche del domingo.

Mark Randall "Mack" Wolford era conocido en todos los Apalaches como un hombre atrevido de fuertes convicciones. Él creía que la Biblia ordena a los cristianos manejar serpientes para poner a prueba su fe en Dios y que, en caso de mordedura, deben confiar en Dios para sanar. Los partidarios de esta tradición citan a Marcos 16:17-18 como la razón de su práctica: "Y estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en sus manos serpientes y, si beben algo venenoso, no les hará daño. Además, pondrán sus manos sobre los enfermos y éstos sanarán."

Hijo de otro manejador de serpientes que murió en 1983 después de ser mordido, Wolford estaba tratando de mantener viva la práctica, tanto en Virginia Occidental, donde es legal, como en los estados vecinos, donde no lo es. Era el tipo de hombre que los reporteros adoran: elocuente, amable y agradecido por la atención de los medios de comunicación. Muchos manejadores pentecostales de serpientes se apartan de los periodistas, pero Wolford no lo hizo. Se llevaba a la prensa en sus expediciones a la caza de serpientes.

El domingo comenzó como un culto festivo al aire libre en el Panther Wildlife Management Area, un parque estatal a unas 80 millas al oeste de Bluefield, en Virginia Occidental. En los días previos, Wolford había publicado varios avances en su página de Facebook pidiendo a la gente que asistiera. "Este domingo va a ser un dia fabuloso", escribió el 22 de mayo. "Va a ser como en los viejos tiempos. Con buena gente venida del valle y de la cresta de la montaña, creyentes llenos del Espíritu Santo hablando en lenguas."

"Alabado sea el Señor y acércame las serpientes, hermano", escribió 23 de mayo. También invitó a su extensa familia, que había abandonado en gran medida la práctica de la manipulación de serpientes. "Habíamos manejado serpientes en ocasiones, pero lo habíamos dejado", dijo su hermana Robin Vanover el lunes. "Su cumpleaños fue el sábado y todo lo que quería hacer era juntar a sus hermanos y hermanas en la iglesia."

Por este motivo fueron llamados a esta reunión de alabanza y adoración cristianas. A unos 30 minutos en el servicio, dijo su hermana, Wolford había estado pasando una serpiente de cascabel a un miembro de la iglesia y a su madre. "La dejó sobre el terreno", dijo, "se sentó junto a la serpiente, y le mordió en el muslo."

La celebración se detuvo poco después, y Wolford fue llevado a casa de un pariente en Bluefield a recuperarse, como siempre habían hecho cuando había sufrido mordeduras de serpiente. Al caer la tarde, estaba claro que esta vez era diferente, y los mensajes desesperados comenzaron a volar en Facebook llamando a la oración. Wolford empeoró. Los paramédicos lo llevaron al Centro Médico Regional de Bluefield, donde fue declarado muerto. No se pudo determinar cuando los paramédicos fueron avisados.

Wolford tenía 15 años cuando vio a su padre morir a los 39 años de una mordedura de serpiente de cascabel en casi las mismas circunstancias. "Sobrevivió 10 horas y media", dijo Wolford a The Washington Post el pasado otoño hablando de su padre. "Cuando fue mordido, me dijo que quería morir en la iglesia. Tres horas después, sus riñones fallaron, y después de un tiempo, su corazón se detuvo. Odiaba ver que se iba, pero murió por lo que creía." Según personas que presenciaron la muerte de Mack Wolford, la historia se repitió. Fue mordido hacia la 1:30 de la tarde y murió alrededor del 11:00 por la noche.

Entre los presentes se encontraba Lauren Pond, de 26 años, una fotógrafa free-lance de Washington, D.C. que llevaba más de un año tomando fotos de los manejadores de serpientes en el área, incluso para The Washington Post, y se quedó en casa de Wolford en noviembre. "Él me ayudó a entender la fe en vez de simplemente documentarla", dijo el martes. "Era uno de los pastores más abiertos que he conocido. Era un amigo y un maestro." La familia le permitió mantenerse cerca de Wolford el domingo por la noche y está recuperándose todavía de haber sido testigo de la muerte agónica del pastor. "No he visto la mordida", dijo. "He visto las consecuencias."

En una entrevista hecha en el Post el año pasado, Jim Murphy, encargado del Centro de Reptiles del Zoológico Nacional, describe lo que ocurre tras la mordedura de una serpiente de cascabel. El dolor es "insoportable", dijo. "El veneno ataca el sistema nervioso. Es cruel y horrible cuando sucede."

Pero Wolford se negó a temer a las criaturas. Se colocaba serpientes venenosas alrededor del cuello, bailaba con ellas, incluso se tumbaba cerca de ellas. Tenía marcas en su mano derecha, donde varias cobras habían hundido sus colmillos. Su casa en Bluefield tenía un dormitorio sobrante con al menos ocho serpientes venenosas: serpientes de cascabel y cobras que alimentaba con ratas y ratones. Era un apasionado ayudando a las iglesias de los estados vecinos, entre ellos Carolina del Norte y Tennessee -donde la práctica es ilegal- para que empezaran sus propios servicios con manejo de serpientes.

"Le prometí al Señor que haría todo lo posible para mantener la fe viva", dijo en octubre. "Paso mucho tiempo yendo a un montón de lugares donde manejan serpientes para mantenerlos motivados. Intento involucrar a todo el que puedo."

Su funeral será el sábado en su iglesia, la casa del Señor Jesús, en Matoaka, justo al norte de Bluefield.





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